sábado, 1 de septiembre de 2007

LOS NUEVOS EXTRATERRESTRES

He ido tras ella durante bastante tiempo, y hasta hoy, era para mi la película más ignota del inmortal Juan Piquer Simón, cineasta repleto de buenísimas intenciones pero, por lo general (siempre, siempre, no), paupérrimos resultados... caso de esta "Los nuevos extraterrestres".
Suele contar el cineasta Valenciano que el film nació originalmente como producción adscrita al género del terror, en concreto al de historias de invasores alienígenas con malas pulgas. Pero de pronto, y a rebufo del entonces aún caliente exitazo del "E.T." Spielbergiano, al productor se le ocurrió derivar la historia al terreno infantil, con un niño de protagonista que, cómo no, se hace amigo del marciano bueno de turno (bautizado como Trompi!!!)... mientras su "hermano maligno" campa a sus anchas por el bosque cepillándose a cazadores furtivos y groupies de cantantes pop.
Y es ahí donde radica el mayor defecto de "Los nuevos extraterrestres", su condición de hijo de nadie, es demasiado de terror para ser infantil, y demasiado infantil para ser de terror. El no decidirse por un bando hizo que el film quedara en el limbo de los olvidados. Porque, vamos a ver, está muy bien que el niño juegue con su amiguito del espacio y este haga mover los objetos de la habitación gracias a un apañado stop-motion, o que convierta al famoso juego de "Simón" en una mini-disco de bolsillo, pero entonces entre medio no me metas escenas de muerte, violencia, disparos, bosques neblinosos, mujeres atacadas en la ducha y otras delicias propias de cualquier joya del horror que se precie... y de nada sirve que le quites líquido rojo, pues el público joven (y más el de los 80) aún no estaba preparado para un mejunje tan indigesto (¿fue Piquer visionario?... ¡puede!).
A esto, le añadimos las habituales meteduras de pata del cine del caballero: Falta de ritmo, tono almidonado, actores algo limitados, efectos especiales dignos pero ensombrecidos por la abrumadora falta de medios y ese irritante Ian Sera que para la ocasión hasta luce chupa de cuero y se permite canturrear un par de canciones "rockeras" altamente inflamatorias.
El final se pretende feliz, pero termina resultando más deprimente y desesperanzador que el de la famosa obra de Spielberg.
No es lo peor de Piquer Simón, pero poco le falta... si es que ni tan siquiera sirve para echarse unas risas.