sábado, 15 de enero de 2011

D.A.R.Y.L.

Es muy probable que me equivoque, porque la memoria juega malas pasadas y con los años todo se vuelve más borroso, pero recuerdo que en su momento "D.A.R.Y.L." fue el "estreno familiar" de peso que seguía al mega-hit de "E.T. El extraterrestre". Y no desvarío del todo, la peli de Spielberg había creado escuela, y el film del que ahora hablamos era pura consecuencia de aquella. Sin embargo, a mi en su época no me atrajo. Una cosa era un marcianito feo encantador, y la otra un niño repelente provisto de un cerebro prodigioso. De hecho, ayer noche fue la primera vez que la veía en mi vida... eso sí, VHS mediante. Hasta entonces, en muchas ocasiones me había preguntado cómo era posible que "D.A.R.Y.L." nunca hubiese alcanzado el estatus de culto que muchos otros films juveniles de la época sí habían logrado. Viéndolo ayer, obtuve la respuesta.
Un niño misterioso aparece "de la nada" y es adoptado por una familia típicamente yankee. El chaval se lleva de maravilla con todos y resulta ser anormalmente infalible en todo aquello que hace. Naturalmente no se trata de un niño normal, más bien de un especie de robot inventado por el ejército, que corre a reclamarlo. Pronto, estos entenderán su "humanidad" como un problema y deciden destruirlo, lo que propiciará la huída del chaval directa a los brazos de aquellos que le adoptaron.
Como veis, el parentesco que decía tener con "E.T." no era tan exagerado. Cambia a un marciano, por un niño robot. Haz que ejército y científicos sean los malos y solo quieren destruirle. Mete a una familia de clase media típica de los suburbios que se muere por tener al crío entre los suyos. Y sí, aunque sea un "spoiler" de esos, mata al chaval para resucitarlo luego... y tendrás una platea repleeeeta de lágrimas y cleenex usados, que era algo muy de moda entonces entre productos familiares de esta calaña.
El problema viene cuando, mientras la parte de integración entre humanos del niño está potable y entretenida, toda la huída se hace plomiza de cojones y aburre. Redondeado todo por un happy end lacrimógeno que no funciona porque, básicamente, a "D.a.r.y.l." no le coges tanto afecto como al marciano del dedo luminoso.
En el reparto destacan el crío en cuestión, Barret Oliver, entonces "famoso" por haber protagonizado la -chaposa- adaptación a la gran pantalla de "La historia interminable", sus padres adoptivos, Michael McKean ("Cluedo, el juego de la sospecha", "Mejor solo que mal acompañado" o "Memorias de un hombre invisible") y Mary Beth Hurt ("La edad de la inocencia", "Aflicción" o "El exorcismo de Emily Rose"), y el científico de turno, Josef Sommer ("Único Testigo", "Shaft: the return" o la tercera de "X-Men"). El dire es Simon Wincer, Australiano de nacimiento, que pasaría a firmar pelis tan populares como "¡Liberad a Willy!", "The Phantom: El hombre enmascarado" o "Cocodrilo Dundee en Los Ángeles".
En cuanto a "D.A.R.Y.L.", ni tan siquiera la nostalgia la salva de su mediocridad.