martes, 1 de octubre de 2013

OLIVIA (DULCE ASESINA)

A Ulli Lommel se le da bien eso de imitar a su idolatrado Hitchcock. Por lo que yo sé, únicamente cuando se dedica a ello, como ya hiciera en la potable “Telepatía de un asesinato”, es cuando mejor le salen las películas… y cuando digo “mejor” lo hago teniendo en cuenta sobre quién escribo, el director de la mediocre “Satanás, el reflejo del mal” y todas esas chapuzas horribles que lleva realizando sin vergüenza estos últimos años. ¡¿Por qué todos los “exploiters”, pasadas las décadas doradas de los 70 y 80, y cuando cierto culto ha crecido a su alrededor, pierden los papeles creyéndose genios, convencidos de que, rueden lo que rueden, libremente y sin restreñimientos de ninguna clase, les saldrá una maravilla?. Le pasó a Jess Franco, por ejemplo, y le ha pasado a Ulli Lommel. Ambos se lo montaban mejor cuando se reprimían sus ataques de artista demente y se limitaban a filmar sencillas peliculitas de género que daban muy bien en pantalla. Mucho me temo que el culpable de ello sea, egos a un lado, el video digital… pero es ese un debate en el que no me apetece entrar ahora y sobre el que ya hablaremos en el futuro. O no.
Olivia (la hermosísima Suzanna Love, señora de Lommel por entonces) es una hija de puta… literal. Tiene cinco años y por las noches espía a su madre liándose con los clientes que llaman a su verde puerta. Ella solo quiere que le cuente cuentos sobre princesas y príncipes azules, pero mami ha de ganarse las garrofas y siempre anda ocupada chupando y follando. Una noche abre la puerta al cliente equivocado y es asesinada ante los ojos de Olivia, que crece con, obvio, un trauma.
Se casa con un tio que la trata mal y por las noches, aprovechando que él curra, se hace la calle y se venga del género masculino. Pero las cosas cambian cuando aparece un tio –ingeniero para más señas- de lo más tierno y se enamoran loca y apasionadamente. Un día los pilla el marido, se lía una jarana y este termina muerto medio accidentalmente. Ella, aterrorizada, huye y ahí se acaba todo…. al menos durante cuatros años. Pasado ese tiempo, Olivia, que ahora ha cambiado de identidad, y el ingeniero se reencuentran y retoman su romance… pero por desgracia, una vez más, alguien se entrometerá pa joderles la marrana… y esta vez, dispuesto a que corra la sangre.
Lommel se marca un thriller Hitchcockiano pero lejos de cómo solía hacerlo su más notorio imitador, Brian De Palma, es decir, con alma de telefilm… funcional y sosamente, pero de modo correcto. Al menos lo suficiente como para, a pesar de su tempo relajadito y su carencia de estridencias (sexo tímido, violencia justísima), se soporte bastante bien y entretenga moderadamente.
Si nos pusiéramos intelectuales, podríamos decir que la moraleja nos habla de lo perniciosos que son los cuentos de hadas para las niñas que crecen con las expectativas equivocadas…. pero, en fin, no sería plan.