miércoles, 21 de enero de 2015

SUSANNA

Seamos sinceros: Yo me puse a ver esta película para despellejarla, para reírme sin piedad de ella y  vilipendiarla. De hecho, quien me la recomendó lo hizo para que la destrozara, además de avisar que aquí “A Eva Santolaria se le ven hasta las amígdalas”.  Pero tal y como están las cosas, he de decir que mi intención dañina se diluyó a los pocos minutos de película, porque lo cierto es que me pareció cojonuda. Los actores, sin ser del todo buenos, aquí están muy bien, y aunque a priori, efectivamente, esto parecía un el enésimo aprovechamiento del éxito de “Instinto Básico” a la catalana con todas las papeletas para ser risible, la verdad es que al final se prodiga como un thriller de extrarradio, absolutamente deudor de todo ese cine  lumpen de finales de los setenta, rodado con la cadencia –casi torpe- del cine de los ochenta, pero filmada bien entrados los noventa, cuando el cine español se volvió tan pijo y para un público tan repugnante. En tiempos en que pelis como “Mensaka” o “Extasis” eran las que el cine español nos intentaba colar, se nos ofrece una película de género puro. ¿Un thriller erótico? El erotismo está ahí, es un hecho. Pero es sórdido y rancio, porque toda la película lo es.
Cuenta la historia de un comercial que hace chanchullos a su favor con los clientes de su empresa. Un buen día, la propietaria de un bar, para que le retrase unos pagos, le ofrece follarse a su sobrina menor de edad a la que tiene allí trabajando. Esta accede, y comienza un tórrido romance. Después el individuo va a la cárcel porque le pillan con los chanchullos. De por medio, mafiosos de barrio, ajustes de cuentas, estafas, bodas con musulmanes y hasta asesinatos.
Esta es una de esas películas a las que les beneficia el bajo presupuesto, porque  está claro que hubo poco de eso para el rodaje. No obstante, ver esos pisos mugrientos en los que viven los personajes, esas pensiones comidas por la humedad, y esas tascas de mala muerte, le dan un look a la película del todo desasosegante a la par que realista. La película es tan sucia que huele a mierda y cuando esta acaba, tenemos que darnos una ducha. Algo raro de ver en un film español de los 90. Y creanme, eso es lo mejor de la película.
No obstante, me gusta mucho los hijos de puta que son todos los protagonistas; todos unos cabrones, empezando por el comercial protagonista y terminando por la putilla que da nombre a la película. No hay en ella ni un solo personaje positivo, todos malos y egoístas, personajes de fines perversos y chabacanos. Una panda de cutres de mierda como tantos hay sueltos por ahí en la vida real.
Y a parte de todo esto, es que la película, que quizás tenga una dirección un tanto descuidada, está condenadamente entretenida, engancha, y al final resulta que nos lo pasamos muy bien. Y esto lo digo de una película ante la cual me senté con todos los prejuicios del mundo. Pues está muy bien.
Y como era de esperar, al cine a verla solo fueron unos 80.000 espectadores.
En el reparto, me hace gracia  ver que protagoniza en asunto Álex Casanovas, “Chico Almodóvar” que irrumpió en “Kika” con la misma fuerza con la que fue relegado al ostracismo (televisivo, mayormente). Una especie de Michael Paré patrio, cuyo declive se debe a que es un espantoso actor. Aunque aquí está discretito, la verdad es que mola en el papel. Le sigue la anteriormente nombrada Eva Santolaria conocida sobretodo por ser Valle en la serie “Compañeros” y de carrera dispersa después de aquello. Les secundan un buen puñado de actores de reparto catalanes, efectivos como suelen ser ellos.
Dirige la película Antonio Chavarrías, que tras esta película todo lo que dirigió es de escaso interés, al menos, para el que esto escribe.