viernes, 8 de abril de 2016

LOS CAZAESPIRITUS

Aunque en un principio parezca un “Exploitation” de “Los Cazafantasmas”, una vez visionada esta “Los Cazaespíritus” o “High School Spirits” en su versión original, lo cierto es que la única similitud que tiene con la de Ivan Reitman, es el título con el que la distribuidora videográfica española I.V.E, decidió lanzarla al mercado del alquiler. Más allá de eso, no solo la película no nace en consecuencia de “Los Cazafantasmas”, sino que además diría que no tiene ni conciencia de la existencia de esta.
Una vez sabido esto, nos encontramos ante una comedia adolescente línea intermedia que, en el papel, podría ser resultona. Sin embargo, siendo casi, casi amateroide, con un presupuesto ínfimo y una falta de talento más que palpable –productos de esta época de similar calado suelen ser más efectivos que esto -, al final la cosa se queda en una chorradita incapaz de despertar ni una sola simpatía al pobre espectador.  Es un coñazo tristón.
Cuenta la historia de dos estudiantes que, para hacer una tesis, deciden pasar la noche en una casa que se supone encantada, y allí, dar gato por liebre, es decir, que se disfrazarán de espectros, se sacarán unas fotos y así justificarán las falsas historias que están dispuestos a contar en esa tesis. Pero, como no podía ser de otra manera, en esa casa hay verdaderos espíritus que se les aparecerán y darán pie a las supuestas situaciones cómicas. Como se ve que la trama principal no daba para mucho más, introducen alegremente una subtrama, entorno a la afición al golf del protagonista, y un torneo al que se presentará.
Aunque la sinopsis sea medianamente simpática y divertida, no se dejen engañar. Esto es malo, malo de pelotas. Hay que ser un auténtico campeón para enfrentarse a ella. El único interés radica en lo mucho o poco que ese tono negruzco de la fotografía, ese grano asqueroso y esa nula iluminación pueda trasportarte a la primera era dorada del vídeo club. Bueno, radica en eso, y en que el protagonista es nada más y nada menos que un jovencito y desubicado Neil La Bute, director mainstream, ni siquiera de los buenos, más bien del montón que se adjudica la autoría de películas como “Persiguiendo a Betty”o “Wicker Man”, que finalmente se ha sentido cómodo en televisión con el desprestigio y bondades que ese medio conlleva.
Antes de ganarse la vida dirigiendo, protagonizó esta película en la que tampoco destaca por sus dotes actorales, ergo, no volvió a aparecer como actor en película alguna.
Y esa es toda la curiosidad que encierra esta película. Un tostón hasta para los más curtidos por lo demás.
Sin embargo, el director de esta majadería, el tal Michael L. Schaertl, no tuvo la suerte de La Bute, reduciéndose sus labores de dirección exclusivamente a esta película, si hablamos del campo del largometraje, a un corto  y a unos capítulos de una extraña serie televisiva.
Y es que nunca una película hizo mayor alarde de menor talento.