viernes, 8 de diciembre de 2017

SCUMBAG HUSTLER

Uno de los personajes más interesantes del underground americano contemporáneo —más interesante como concepto que como artista, como debe ser— tiene un carácter “Exploit”, tiene su residencia sita en Brooklyn, New York y factura películas eminentemente amateur que luego un sello especializado en este tipo de productos lanza a la venta en DVD. Y tiene su público. Su nombre es Sean Weathers.
Su forma de grabar es sencilla: da al rec de su videocámara —que suele usar, muchas veces, alguna que otorga a sus películas una calidad de imagen de lo más ponzoñosa— y graba y graba, dejando que la película vaya saliendo prácticamente sola. Como la mayoría de sus películas las protagoniza él mismo, desde que empezó a grabar en los 90 se hace acompañar de un tal Aswad Issa que es quién lleva la cámara en sus producciones, mientras este da rienda suelta a sus locuras. A veces, este Issa, también co-dirige.
Cultiva el “cine de guerrilla” en todo su esplendor, puesto que tiene el morro suficiente como para meterse junto a Issa en un centro comercial e improvisar allí mismo, delante de la gente, una escena en la que se inyecta heroína, para después salir de allí como si tal cosa con una escena completa. Luego lo monta todo de una manera bastante torpe en el ordenador de su casa, y a veces compone la música que servirá de banda sonora en un sintetizador, a veces la roba, y la mayoría de las veces, utiliza música libre de derechos decantándose por la música clásica.
Le pasa factura a todos los géneros, comedia, terror, drama, acción… y su estilo se caracteriza por ser escandalosamente violento, pasarse de sensacionalista y darle tal importancia al erotismo, que muchas veces lo confunde con el porno. De hecho, tiene a su disposición un ejército de zorrillas barriobajeras que no dudan en someterse a sus instrucciones de director, instrucciones estas que Weathers aprovechará en su propio beneficio: El porno que vemos en sus películas no es explícito, nunca vemos penetraciones o felaciones, pero haberlas, haylas. Se ve claramente que Weathers se folla a las actrices de verdad en esas escenas.
Weathers no va a convenciones de cine raro ni a festivales de ningún tipo, no porque no quiera, sino porque, en su torpeza, no sabe como hacer para estar allí, por un lado, y por otro porque no le invitan. Toda su experiencia con público se limita al pase de su película más bruta y conocida (“They all Must Die”, una peli rodada en vídeo cutre sobre violaciones en la que se ve que se pasa tres pueblos…) en un televisor de un bar cochambroso de Manhattan, del que casi sale apaleado porque el público, compuesto de blancos y de negros, se enfrentó entre sí; mientras que los blancos se ofendían por la violencia y las escenas de violación que mostraba su película, los negros aplaudían estas con efusividad. A Weathers le pilló en medio del pifostio.
Sin embargo, no se dejen fascinar del todo por esto que les cuento; Weathers es un individuo odiable. Por un lado, es un director trillado y  obvio que en su estupidez afirma que sus influencias van de Orson Welles a Tarkovski o Kubrick (cuando sus películas tienen una mentalidad del todo “Expolit”), y por otro, es el clásico cachitas vanidoso y cholillo al que no le pega nada hacer cine amateur chungo y feista. Si visitan su instagram, comprobarán que está más preocupado en hacerse selfies mostrando sus trabajados abdominales que en cualquier otra cosa. No obstante, resulta entrañable su ingenuidad; como un Tommy Wiseau cualquiera, el cree estar haciendo un cine de la hostia, aunque también es consciente de que se mueve en terrenos marginales, terrenos dónde se siente a gusto porque tiene un público. Vamos, que hay intencionalidad de ser, y permanecer underground.
 En contrariedad a sus influencias, Sean Weathers es un aficionado al cine “Exploitation”, al terror y a la serie B, que desarrolló su cinefilia a la vez que cometía delitos de toda índole al estar mezclado, en su adolescencia, con pandillas callejeras. Si en estas tropelías mató o no a otras personas es un detalle que el director omite en las entrevistas, pero asegura que la violencia y la muerte estuvieron muy presentes en su día a día como pandillero, y que sin duda, esos días fueron una inspiración para lo que plasma hoy en sus películas.
Lo curioso es que el cine le sacó del crimen y las pandillas. En uno de sus muchos asaltos, un buen día robó una videocámara domestica y comenzó a grabar las andanzas de sus amigos pandilleros. Se volvió adicto a la videocámara. A medida que experimentaba con ella, le fue interesando más el hecho de hacer sus propias películas que el de ir por ahí haciendo el mal, por lo que abandonó las bandas y se puso a grabar como loco toda suerte de cortos, hasta que en 1996, con tan solo 16 años, graba su primer largo “House of the Dammed” un pequeño “éxito” dentro de los circuitos especializados (y marginales). Y así hasta hoy.
Mi primer contacto con su obra es con la reciente “Scumbag Hustler” de 2014 y yo creo que es la película ideal para iniciarse con Withers ya que es una excelente carta de presentación.
Con estructura de película porno, “Scumbag Hustler”, en clave de comedia,  nos cuenta la historia de Solomon Crow, un politoxicómano de las calles de Brooklyn que lo único que hace es tratar de conseguir dinero para poder comprar su dosis diaria de crack, heroína o cualquier droga que se pone a tiro. Mientras que su cuñado trata de llevarle por el buen camino, este lo único que hará es conseguir dinero de la manera que sea y drogarse… además follarse a toda hembra que se encuentra por el camino.
Entonces, lo dicho, como una película porno. Una escena del negrata buscando pasta y drogándose da paso a una de folleteo, para volver a ponerse a buscar pasta, y así todo el rato. No hay planteamiento, nudo y desenlace. Por no tener, no tiene ni un final cerrado. Solo una escena tras de otra.
Pero todo este rollo tiene, a grandes rasgos, su gracia. El hecho de ser un vídeo tan crudo, un montaje tan tosco y estar casi toda la película resuelta a base planos secuencia, amén del morro que le hecha Weathers en sus escenas más de guerrilla, y el amateurismo que desprende la película entera, sumado a la inutilidad como creador de Weathers (eso sí, posee grandes habilidades como follador) ya me ganaron nada más ver la película. Y es que en el fondo está hasta entretenida según se mire.
Lo bueno es que hay una intencionalidad de hacer una comedia, y esta se resuelve a base de “slapstick” cuando el protagonista se va a drogar, básicamente, poniendo Weathers (que protagoniza la peli) caras de ansia, o con gags en los diálogos (muchas veces inapreciables para mí por la barrera que supone el idioma) de lo más tontos. En cualquier caso, ninguna de las formas de comedia ofrecidas por Weathers funciona, por lo que la comedia se torna involuntaria, y tiene más gracia de la que inicialmente el director pretende. La película acaba funcionando  a base de accidentes.
Por lo demás, el visionado de esta película se queda en mera anécdota; una vez ha terminado se acabó también la broma, pero por lo que sea, Sean Weathers ha despertado mi curiosidad y, sí, voy a ver alguna más de sus películas.
Obviamente, el fandom más mainstream (e incluso el especializado), que se abstenga de verla… esto es solo para los más curiosos e inquietos arqueólogos cinematográficos. Sean Weathers y “Scumbag Hustler” no se encuentra en la catacumbas del cine, pero sí en las cloacas ¡Y eso que se venden sus DVDs en los USA como churros!
Tampoco sean ustedes obvios ni asocien esta película al Hip-Hop por que esté realizada por negros; Sean Weathers odia el rap, sin embargo, fue amigo de Notorious B.I.G ya que eran del mismo barrio. Cuando este se hizo famoso y popular, Weathers le tentó para que apareciese en una de sus películas. Weathers dice que al final no acabó apareciendo en ella, porque su gente (su equipo, sus managers, la gente que rodeaba al rapero) no le dejó hacerlo. Pero estaba dispuesto a hacerlo.