lunes, 27 de febrero de 2012

EL OTRO HIJO DE SAM

Ignoto producto de la américa de los 70 con un arranque maravillosamente risible y un desenlace sorpresivamente tontuno, lástima que de por medio no haya nada que destacar.
David Berkowitz, o el llamado Hijo de Sam, fue un psycho-killer que en aquellos tiempos mantuvo a todo Estados Unidos con el culo prieto. Su especialidad era disparar impunemente contra cualquier desgraciao que se le pusiera a tiro. Cuando lo pillaron, declaró que fue el perro poseído por un demonio de su vecino el que le había dicho que saliera a matar. El muchacho dejó huella. El puto Spike Lee hizo un especie de pseudo-biopic jodidamente abominable titulado "Summer of Sam". El caso de Dave Adams, productor, guionista y director de "El otro hijo de Sam", es bastante diferente al del racista de la perilla.
"El otro hijo de Sam" no tiene NADA que ver con el auténtico "Hijo de Sam"... el título es una mera excusa explotativa y efectista para sacar beneficio a lo que, cuando se estrenó, era aún un tema candente que daba morbo al personal. La peli narra, simple y llanamente, las fechorías de un asesino en un campus universitario y los esfuerzos que hace la policía para detenerle. Sin más. Lo curioso es el cómo lo cuenta. El inicio solo puede calificarse de sensacional. Después de un montón de texto y más texto dándonos la barrila con psycho-killers y otros rollos carentes de interés, y tras ver cómo el director cuela su nombre hasta tres veces, nos encontramos con una parejita que entra en un pub para presenciar la actuación que se marca un especie de crooner chungo ataviado totalmente con lo peor de los años 70... el peinado patilloso, la camisa abierta, los pantalones acampanados, etc, etc... no falta nada. El tipo canturrea una balada romántica en planos situados a contraluz de los focos del escenario. No hace falta decir que nos comemos la canción completa (según Imdb, el artista responde al nombre de Johnny Charro).
Luego, pues sí, un asesino va matando peña con una pistola. Mucha cámara subjetiva (por eso hay quien otorga al film el haber sido precursor del "slasher", desconociendo que "Navidades Negras", situada en un campus, con un asesino y cámaras subjetivas, se había parido tres años antes), chicas gritando, nada de tetas, escasa sangre y la policía que no casca una. Adams quiere hacer una peli de esas metódicas sobre investigación y actuación policial tan de moda en los 70, pero lo que consigue es crear cero suspense, cero emoción, cero intensidad y mil aburrimiento. Nunca he visto secuencias de disparos más insulsas, macho.
Al final se cargan al otro hijo de Sam, y pretenden incluso que sintamos lástima por él. El chico vivía traumatizado por su mala madre y por eso mataba a todo quisqui. La poli le dice "No te haremos daño" y luego le acribillan. ¡¡Cuanta maldad!!. La chica superviviente y el poli prota hablan, ella dice "Nunca entenderé por qué lo hizo", la imagen funde a negro y FIN. Se acaba. Para entonces a duras penas llevamos una hora y siete minutos. Extraño.
También son extraños los arrebatos artys del realizador. Cada dos por tres congela la imagen, mientras de fondo el audio sigue su curso. Y lo hace sin aparente intención o significado, como eligiendo los planos a puto boleo. Así mismo gusta de relentizar algunos momentos de supuesto impacto, a espera de que ello nos erice el vello del cuerpo... sin lograrlo ni por un momento.
El amigo Adams no volvió a dirigir nada más en toda su perra vida. Y no me sorprende.