martes, 20 de agosto de 2013

NOSFERATU EN VENECIA

Cuando la industria americana cerraba las puertas a algunas de sus estrellas, y  pensando quizás –erróneamente- en conseguir un prestigio, fueron muchos los actores que se marcharon a Europa a trabajar.
Otros, acabaron en Europa porque, por su alcoholismo o su drogadicción, directamente, fueron declarados “non gratos” en Hollywood. Eso ocurría a finales de los ochenta y primeros noventa, justo cuando comenzó la producción  de esta “Nosferatu en Venecia”, editada en vídeo en su momento en nuestro país con el título de “Nosferatu, Príncipe de las tinieblas”. Por eso, la presencia de estrellas en esta película.
Y es que, tras la versión de Werner Herzog, los Italianos deciden contratar de nuevo a Klaus Kinski para que repita como Nosferatu (si, otra peli de Drácula… va a ser verdad que es el personaje más adaptado al cine, solo por debajo de Sherlock Holmes), pero como los italianos, italianos son,  se ahorran todo el maquillaje, haciendo aparecer a Kinski, que ya estaba reseco, viejo y lleno de arrugas,  tan solo con los ojos pintados, los colmillos característicos (en este caso paletos característicos) y su plateada melena al viento.
La película es una basura de las que hacen época, un desbarajuste de tomo y lomo, que hacen que esto no sirva ni para comida de cucarachas.
Porque, en primer lugar; desconozco los motivos, las peleas, las desavenencias y los malos rollos en producción, pero en la dirección de esta mierda, metieron baza , Lewis Coates, Mario Caiano (“Con la esvástica en el vientre”), Mauricio Lucidi (la versión italiana de “El quijote de Orson Welles” o “La venganza de Hércules”) e incluso el zumbado de Kinski, sin embargo, el único acreditado de entre los directores es Augusto Caminito, que se atribuye su total autoría. Así que yo creo que es una de esas películas que en realidad se hacen solas.
Tras ver la película, de confusa (es una sucesión de escenas sin mucho orden ni concierto) y mal montada, no alcanzo a hacer una sinopsis precisa, así que recurro a Internet para ver  alguna, y veo que tampoco se han enterado demasiado quienes la han hecho. Les puedo decir que el Príncipe de la tinieblas, Nosferatu, es resucitado por parte de unos gitanos, y decide irse a Venecia a seducir a una princesa, hasta que llega un cazador de vampiros para hacerse cargo de el. Eso es todo.
Cuando digo que “Unos gitanos le resucitan”,  es porque lo hacen unos gitanos… no Rumanos ¡Andaluces y con traje de faralaes! De hecho, aparece “La chunga” bailando el flamenco que resucitará al vampiro.
Por otro lado, el cine de género italiano, a finales de los ochenta y primeros noventa, sufre una total perdida de entidad; si en los primeros ochenta los realizadores eran unos estetas consumados, en los noventa, quizás por abaratar costes, la fotografía sufre una bajada de calidad, es como si las imágenes de sus películas no fueran tratadas, revelando en bruto el negativo, quedando una estética de lo más sosa y fría, como de telefilme. Eso pasaba en “Bestia Asesina”, en “Mi novia es un zombie”, y ocurre, de manera desmesurada, en “Nosferatu en Venecia”. Así que, para mí, una estética muy fea.
Abuso de transiciones, flash backs que nos confunden, montaje descolocado, cero de ritmo, escenas sangrientas que no funcionan… una maraña de cosas que hacen que debieran habernos pagado por visionarla.
Junto a Klaus Kinski, que tendría como actor todo el prestigio del mundo, pero que aceptaba salir en cualquier película de mierda para luego liarse a bocados con los directores, tenemos a Donald Pleasence, habitual en el cine Italiano, ya fuera en cosas de género como la anteriormente mentada “Bestia Asesina”, como en pelis de Bud Spencer y Terence Hill, y Christopher Plummer como el Van Helsing de turno, quien, aunque le echa entusiasmo al asunto, su recital de gestos acaban provocando la risa del espectador.
Mala hasta decir basta.