viernes, 25 de octubre de 2013

ALAS ROTAS

Tardía  explotation” patria de “Top Gun”, perpetrada por el manazas de Carlos Gil, asistente de dirección del mismísimo Spielberg (no se confundan que, básicamente, el asistente del director es el que le trae los cafés, o le masajea los pies) y de otros tantos directores de Hollywood cuando estos ruedan en España, y que cuando consigue una subvención para dirigir él mismo sus propias películas, apuesta por géneros más “Hollywoodescos” y comerciales de lo que nos tienen acostumbrados los directores nacionales.
Y si bien es cierto que cuando se apuesta por cosas “a la americana”, como pasó con títulos ajenos pero de renombre como “Los Otros” o “Lo imposible” que por lo general  son un éxito, las del amigo Carlos Gil pasan completamente inadvertidas. ¿Motivos? Obviamente los presupuestarios, pero  a parte, hago especial hincapié en resaltar la facilidad que tiene el amigo para hacer ridículo todo aquello que filma.
Su carrera como director es mas bien escueta, se reduce a unas pocas series de televisión y a tres películas, una de las cuales, “Las llaves de la independencia”, no se siquiera si llegó a estrenarse. La otra sería un “slasher” con Paul Naschy en sus filas que, aunque evidentemente ridículo y chabacano, a mí me funciona, “School Killer”. Y la que nos atañe, este “Alas Rotas”.
Cuando digo que es una “explotation” de “Top Gun”, no me refiero a plagio, no me sean mal pensados, pues salvo por la temática de  los pilotos de aviones de combate, no se parece en nada a la protagonizada por Tom Cruise en los ochenta, aunque, obviamente, se nutre de su rollo y estética.
Un piloto del ejército del aire está enamorado de su profesión, pero un buen día el médico le dice que tiene un tumor en el cerebro que le hace tener cambios de humor, y que le puede llevar a la muerte. También le prohíbe volar. El muchacho, consternado, decide romper sus pruebas médicas, ocultar a todos los que le rodean su enfermedad, y volar igualmente, en consecuencia, estando en el aire, pierde el control del avión que pilota y se mata. Con dos cojones.
Jamás me topé con una película tomada más en serio por sus responsables, y que sin embargo, provoque tantas risas involuntarias por un lado, y por otro, tantisima vergüenza ajena.
Una vez se nos ha presentado los personajes, se nos han mostrado algunas de las imágenes aéreas -estúpidas al fin de al cabo, no son combates aéreos, ni los hay en la película, son  solo maniobras y acrobacias- filmadas en video para colar en un metraje de 35 mm. que canta por soleares, y se nos ha expuesto la trama principal, la de la enfermedad del protagonista cuyos síntomas nada tienen que ver con los de un tumor real, ya se les acaba lo que tenían que contar… por lo que se tira el resto de la película, o sea, una hora y veinte -porque en cinco minutos se nos cuenta todo esto- intentando tirar para adelante sin que exista más argumento. Entonces es todo relleno, vemos los cambios de humor de protagonista que, incluso, llega a hablarle mal a su hijo de seis años ¡¡¡doblado por un adulto!!! O  a abofetear a su mujer  mientras la acusa de querer follarse a su hermano. Claro, como les oculta su enfermedad, nadie comprende esos cambios de comportamiento. Ni el espectador entiende esas interpretaciones. Por otro lado tenemos al Teniente Coronel, que advierte mucha inutilidad en el aire por parte de nuestro prota y no quiere que si se mata en el aire, esa muerte pese sobre el… así que se pasa la película preguntando al hermano de este si sabe algo sobre la salud del hermano.
O sea: Un tumor que te hace volver bipolar y maltratador, unos pilotos que se suben a los aviones para alardear, y un final desperado para darle más dramatismo a la ya de por sí dramática premisa. Jamás vi yo semejante puta mierda en una pantalla, y por ende, todo se torna divertidísimo, claro…
No deja de llamarme la atención las bochornosas interpretaciones. Como piloto enfermo tenemos a una especie de neandertal italiano, que con rasgos embrutecidos, no comprendo como al director de casting le pareció adecuado para hacer del galán de la función, Fabio Fulco, que además de feo y desagradable, mas que a la víctima de un tumor parece que esté interpretando a un retrasado mental. Es más, debe tener tanto acento italiano que, estando la peli doblada, a este le pone voz el reconocible José Luis Gil (¿Será hermano del director?) que sin ser en absoluto mal actor, ni de doblaje ni físico, dobla a este personaje como con pereza, como si supiera que está doblando una mierda de película y no pusiera ni una gota de interés en hacer bien su trabajo.
Tenemos a Ana Álvarez, malísima actriz que despuntó a parte de por tener un culo estupendo y unas de las mejores tetas del cine español, por hacer de retrasada en las películas “La madre muerta” y “Aquí huele a muerto… ¡pues yo no he sido!” pero que, sin embargo, aunque sale simulándole una felatio a Fabio Fulco no enseña ni las tetas ni el culo en esta película, ergo, no sabemos que pinta en la misma. Interpreta como puede a la esposa de “el del tumor”. Hoy por hoy, está muy envejecida la pobre.
Como Teniente Coronel, tenemos a Ramón Langa, que cuando dobla a Bruce Willis o a Kevin Costner lo hace muy bien, pero cuando le toca dar la cara, menuda mierda de películas ha hecho… Bien, pues aquí le tenemos. Dentro de lo estúpido de su papel, Langa lo hace exactamente igual que siempre, así que bien.
Mónica Van Campen aparece para enseñarnos las tetas y el coño, y actúa tan fétidamente como de costumbre, como una palurda que lee, y aún así, hay que llamarla actriz. Carlos Fuentes, el pobre, pasaba por ahí para hacer, como siempre, de macarrilla, aunque esté interpretando a un monarca. En este caso es un secundario que pinta más bien poco. Y tenemos también el debut (y despedida) en el mundo de la interpretación de Tony Aguilar, ese desagradable locutor de radio fórmula de “Los 40 principales” que durante los noventa se las daba de rapero, y que sobreactúa hasta para decir buenos días. Proporciona regocijo y carcajadas en todas y cada una de sus exageradas apariciones.
Pues todo este montón de enfermiza escoria, convierten a una película, que técnicamente no está mal (Carlos Gil, más o menos, tiene oficio), en un delirio absoluto, que sin que contenga ninguna estridencia, intencionada o no, para provocar la sonrisa al espectador, lo consigue y sin nada del otro mundo, es decir, que aquí no hay monstruos de goma espuma, sangre de color rosa, ni demencia en su argumento. Únicamente una historia de mierda. Se explota una película mítica de veinte años atrás que no por hacerlo a destiempo va a convertir en éxito instantáneo. Unos actores espantosos que enmiendan sus ya de por si lamentables carreras, y un director que yo no se si no tiene ni puta idea de lo que hace, o lo sabe perfectamente.
Total, es una peli española de 2003. Será un chanchullo como lo son todas las películas españolas desde finales de los ochenta.