viernes, 1 de agosto de 2014

EL PLACER DE MATAR

Hay una época muy curiosa en el cine español, que es la que comprende de entre 1985 hasta 1990. Unos años de transición entre lo que conocíamos como industria, el verdadero cine español, y la mierda forjada a base de subvenciones que impuso Pilar Miró y que conocemos hoy.
Durante esos años, hay una serie de películas perpretadas por futuras putas del sistema cinematográfico actual que, a medio camino entre lo que sería el cine español en adelante y los géneros que se venían cultivando decadas atrás, resultan ser una puta mierda infame e infecta, que a día de hoy, es evidente que han quedado mas relegadas al ostracismo, incluso, que las películas de Ozores y compañía, a las que, a rasgos generales, se las recuerda con cariño.
Uno de los ejemplos más claros sería este “El placer de Matar” dirigido por Félix Rotaeta, actor secundario reciclado en mal director, que habiendo escrito una novela titulada “Las Pistolas”, decide debutar en el largo con esta pedazo de mierda.
Protagonizada por Antonio Banderas, la película cuenta la historia de un profesor y un camello que contratados por un individuo para que se carguen a alguien, descubren que el hecho de matar, como afición, es lo que les gusta, así que juntos, como los que se ponen a intercambiar cromos, deciden, en adelante, compartir su afición secuestrando a jovencitas del lumpen, atándolas a un árbol y a grito de “!plato¡” les disparan a bocajarro. Los disparos, no obstante, parecen de perdigón.
A priori el argumento suena bien ¿verdad? Como yo lo cuento resulta de lo más atractivo. Pero si ven la película comprobarán que el argumento, prácticamente, tienen que intuirlo, porque la película está tan mal rodada, tan mal montada y, sobretodo, tan mal explicada, que uno no se entera de mucho. Esto que denuncio, por otro lado, es motivo más que suficiente para que la cosa me caiga medio simpática. Menudo truño más gordo… de hecho, según vamos viendo la película, a pesar de la acción que hay en ella –al loro con la masacre final con Banderas y el co-protagonista, Mathieu Carriére, disparando a todo lo que se mueve en los bajos de Gran Vía, donde estaba sita en los ochenta “Madrid Cómics” (de hecho aparece la tienda), que resulta, por excesiva, ridícula- y el montón de cosas que pasan, resulta que estamos viendo una película donde, en realidad, no ocurre nada, y donde todo es lineal, no hay en la película ni subidas ni bajadas. Plana. Como si miramos un cuadro. No pasa nada.
Que fuera una puta mierda, no fue óbice para que en el festival de cine de Murcia de ese año, arramblara con los premios, llevándose, incluso el de “Mejor Opera prima”.
En definitiva: una película que parece escrita por un retrasado mental y al final resulta que  no, que son cuatro retardados los que idearon los diálogos y situaciones de esta porquería, Angel Facio, Mario Gas, Domingo Sánchez y el propio Rotaeta… ¡cuatro guionistas para una película en la que los protagonistas parecen autistas! Que poca vergüenza… porque, para colmo, aunque la película podamos adscribirla al género de “Thriller”, esto tiene unas pretensiones de convertirse en película de prestigio que tira para atrás. Por suerte, pasó totalmente inadvertida con poco más de noventa mil espectadores del año 88. Una puta mierda, vaya…
En la producción Antonio Lloréns de Lauren Films, que echaba a la producción menos dinero que al cepillo en misa, y si en casi todas sus producciones eso era algo más que palpable, en las que produjo a Juan Piquer Simón y en esta, parece que, directamente, les diera al equipo un chupachups, y que rodaran con eso.
Hay que recordar que Banderas, aunque le dieran por el culo de forma convincente en las primeras pelis de Almodóvar, no aprendió a actuar hasta que se fue a los USA, por lo tanto aquí, está que da verdadera pena. Soso todo el tiempo, a excepción de una estúpida escena en la que está borracho y cuya actuación hace dudar si efectivamente está beodo o es que interpreta a un joven con problemas mentales.
Junto a él en el reparto, la estúpida de Victoria Abril que, aparte de mala actriz, está ahí para enseñar sus carnes secas y sus tetillas de cabra, como excusa para que el personaje de Banderas pegue algún polvo, Mario Gas, todavía sin el prestigio que creyó ganarse en los 90, con un bigote postizo y una pinta tan ridícula que parece que estemos viendo un sketch de “La hora Chanante”, Vicky Peña, la voz de Tiffany en  el doblaje de “La novia de chucky” y que en esta película está caracterizada de tal forma que recuerda a “La Maña” y Mathiew Carriére, actor Alemán, que sigo sin saber que aportaba a su papel que no pudiera hacer otro actor de aquí…
Rotaeta, unos años más tarde, rodó la típica película Española que detesto, de lleno en el sistema de subvenciones y que es “Chatarra” a mayor gloria de Carmen Maura.
Y dos años después, las espichó.