viernes, 2 de septiembre de 2016

EL SUPERSHERIFF

No les dije en la anterior reseña de “El Sheriff y el pequeño Extraterrestre” que, en un émulo por hacer pasar la película por Americana, incluso yéndose a los USA a rodarla, se les pasó una cosa a los Italianos; en una secuencia de pelea en un supermercado, aparece, en plena pared, un enorme troquelado de ¡Asterix! ¿Cómo va a haber en un supermercado de la América profunda un troquelado de Asterix? Si ni sabrán quién es… Perdonen el inciso.
Como “El Sheriff y el pequeño Extraterrestre” funcionó estupendamente en toda Europa –no tanto en España que no llegó a los 700.000 espectadores, cuando las pelis de Bud Spencer sobrepasaban, en algunos casos, los dos millones de espectadores-  el paso natural era hacer una secuela, así que con el mismo equipo técnico, y contratando esta vez más exteriores para que se vea bien que no están en Europa,  se pone en marcha este “El Supersheriff” que continúa las hazañas de Bud Spencer y Cari Guffey por las carreteras de varios estados, en una película mucho menos resultona que la que le precede. Es un absoluto coñazo.
Para esta ocasión, huyendo del gobierno, el Sheriff y el Alien, se instalan en un pueblecito de la América profunda que responde al nombre de Monroe. Allí, Bud, pedirá trabajo como Sheriff, lo que le permitirá poner orden  en ese pueblo en el que reina la delincuencia y la sin razón. Por otro lado, por allí pululan una serie de extraterrestres medio nuevaoleros,  que deciden secuestrar al pequeño Extraterrestre, por lo que Bud Spencer se liará a hostias él solito, con toda una horda de Aliens y Cyborgs, como si  de “Jack Brooks, Monster Slayer” se tratase.
Al final, haciendo ver como que salva al niño. Estos se van en coche al espacio, espacio este que es representado por una habitación negra con lucecitas brillantes en la pared que emulan a las estrellas, en la que vemos claramente que el coche está quietecito y estacionado. Pero Bud Spencer hace como que está volando por el espacio y  que no le hace ninguna gracia.
Pues al contrario que con la anterior, con esta secuela si que me he aburrido de lo lindo, a pesar de que ocurren muchas cosas,  y que con el éxito de la anterior, le echaron algo más de pasta a la producción; de hecho tenemos mogollón de tíos con purpurina y pelucas al más puro estilo “Plan Nine from Outer Space” cada cual más risible, y sin embargo, viéndolos, me quedo igual que estaba. Porque no se trata de una cosa consecuencia de la inutilidad y la inegenuidad, sino de una dejadez extraordinaria, al saberse que el producto que se fabrica, está comprado de antemano. Vamos, que en una película de Bud Spencer, todo lo que no sea Bud Spencer, da exactante lo mismo. Por eso lo Naïf, pierde todo el valor que pudiera tener, si de otra película se tratase.
En definitiva,  más de lo mismo pero peor, mediocre a más no poder. Y claro, ya no funcionó tan bien en los cines como la anterior, por eso no hubo trilogía.
En cualquier caso, insisto, se trata de películas familiares de Bud Spencer, pedirle peras al olmo es de lo más despiadado e ingenuo, así que, miren. ¡Ni tan mal!, pero me costó acabarla, esa es la verdad.
Repite en la dirección Michele Lupo.